Quedó sola
y se dejó llover por la tristeza.
Él con su partida
había iluminado los cielos del olvido.
El desamor le trepó la mirada
mientras sus brazos, caían como lágrimas.
La sangre,
con urgencia de olas,
derramaba nostalgia en cada puerto.
La cama,
malherida,
presagiaba mañanas sin respuestas,
madrugadas sin latidos.
La noche la ultrajó con estrellas
y fue un estorbo
la luna en el espejo.
Y quiso morir.
Quiso morir para los hombres,
crucificar las caricias,
acribillar cada beso por nacer.
Enterrar su corazón.
Pero, tal como lo hizo tantas veces,
embaló los recuerdos,
puso el dolor en un portaretrato
y salió
a encontrarse
con un nuevo, eterno Amor
lunes, 4 de agosto de 2008
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